¿Buena o mala educación?

Inger Enkvist en la introducción a su último libro la buena y la mala educación en el que muestra las razones por las que el modelo educativo de la mayor parte de los países occidentales no funciona, se dirige a los diferentes agentes educativos marcando las pautas de acción para cada uno de ellos. No podemos por menos de reproducirlas aquí porque nos parece que no tienen desperdicio.

A los políticos:

….les querríamos decir que muchas veces conciben la educación como un tema exclusivamente de presupuestos, mientras que el problema no es sólo lo que se invierte en educación, sino el tipo de educación en el que se invierte. Las propuestas educativas que relativizan la presencia del educador y se sostienen exclusivamente sobre conceptos como el juego creativo y la motivación, muestran sus carencias en sus resultados, y parecen reclamar la concesión de una mayor importancia a la exigencia académica y a la pedagogía del esfuerzo, pese a la impopularidad de éstas.
A los profesores:
….querríamos dejarles bien clara la responsabilidad que tienen ya desde el mismo momento de su formación como profesionales, así como a la hora de preparar sus clases, de mantenerse al día e interesados en las materias que explican y de concentrarse a la hora de desempeñar su trabajo. Pero no toda la responsabilidad es suya. A la vez, se les mostrará Ia necesidad de que reclamen ciertos cambios legales para modificar la situación dramática en la que muchos maestros y profesores se encuentran en las aulas: ampliamente limitados en su autoridad y en su modo de impartir la docencia, debido a la tipificación de su labor desde el lenguaje y la filosofía propia de las nuevas pedagogías, que son las que impregnan nuestras leyes y reglamentos educativos.

A los padres:

…se les recordara que la educación de sus hijos no es cosa baladí, y que ésta no se va a producir de un modo espontáneo. Es necesario prestarle atención al lento y esforzado proceso educativo y acompañarlo suficientemente. Por eso, se les enviará a las familias el urgente mensaje de que no deben delegar algo tan ligado al futuro de sus hijos como su formación y aprendizaje, y de que, por tanto, es necesario comprometerse en ellos mediante medidas concretas, entre las cuales destaca la de organizar la vida familiar dando prioridad (en forma de espacio, tiempo y ayudas) a la educación de los hijos.

Inger Enkvist pone el dedo en la llaga y no teme en señalar a cada uno de los agentes educativos cuál debería ser su campo de acción. La autora llega a estas conclusiones después estudiar muchos de los sistemas educativos occidentales y orientales, y de leer y escuchar las opiniones de profesores que están preocupados por la deriva de la educación en la actualidad.

Sabemos que decir lo que la autora dice no es políticamente correcto pero ¿quién dijo que la verdad tiene que ser políticamente correcta?. Aparte, de que lo que se viene a llamar políticamente correcto no es sino la aprobación del arte de quedar bien o de la mentira.

¡Ojala en nuestro país se levanten muchas voces valientes como las de Inger Enkvist!